domingo, 22 de junio de 2008

"La vida, para mí... es un siglo sin propósito que no termina nunca; es siempre igual; lo único que cambia son los días y los árboles"
J. P. R.
¿Saben quién dijo eso?

¡Un nene de ocho años!

Hoy hablaba de la vida con un nene (literalmente, de la vida y sus propósitos. Me gusta tener que dar una clase que me permite hablar de esos temas con los nenes... es interesante y sorprendente escucharlos opinar sobre las cosas serias... y las otras, claro), y me largó semejante comentario que me dejó anonadada. Obviamente me detuve a conversar sobre esta concepción que él tenía, las razones que la habían generado... hablaba con un tono como desencantado y resignado... me sorprendió muchísimo. El tipo estaba de vuelta de la vida, le faltaba el pucho y la taza de café, la piernita cruzada y los ojos momentáneamente tristes los tenía (porque es un chico alegre, tampoco es que ande por la vida lamentándose de cosas sin remedio).

A veces vemos a los nenes y pensamos que son sencillos, o que no se preocupan por ciertas cosas, o que no tienen opiniones formadas sobre cuestiones así: la rutina de la vida, el tiempo y el propósito de nuestra existencia... pero sí que tienen! Y profundamente metidas en su sentir, en su modo de ver la vida y las cosas.

Me hizo acordar de cuando yo era chiquita como él y pensaba o sentía cosas similares. Ahora pienso diferente en muchas cosas, pero muchos de esos sentimientos nostálgicos o desencantados quedan.

Será que tenemos almas tangueras y la nostalgia nos agarra de chiquitos, no sé.